Por fortuna somos cambiantes y reaccionamos ajustándonos a tantas variables que hacemos el mundo cada día diferente y nuestra relación con él.
¡Cuánta pobreza aquellos que conocen, adjetivan y clasifican a las personas!
Creen que saben.
Ya veis, el lobo no es tan malo como lo pintan, algunos son malabaristas y nos hacen ser felices. Con sus locuras y ocurrencias, usan esa boca tan grande para reírse mejor, de ellos mismos, con nosotros. En cambio, tienen que engañar a lindas niñas de caperuza roja, comer abuelas y abrirse en canal para sacárselas y llenarse de piedras. Y esto cada día porque si no, no es lobo según los contadores de cuentos. Tampoco cordero ni arlequín.
Tiene que doler.
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